MIS PRIMERAS FALLAS MUSICALES, por Serafín Martínez

Fecha de publicación: Mar 15, 2013 4:31:8 PM

Un artículo muy interesante y emotivo de nuestro director Serafín extraído de la web Asociación Cultural Las Alcublas. A más de un músico veterano de la banda de Tuéjar le sonará muy familiar todo lo que nos cuenta. Hemos acompañado el texto con fotografías más relacionadas con nuestra banda/pueblo (esperamos que no te importe maestro).

"Comento lo de mis primeras fallas musicales, porque la verdad, las había conocido antes, gracias a que mi abuelo Román, ya me había llevado a verlas, todavía tengo aquel día como algo inolvidable, el viaje en el tren, la ciudad, las falleras, las fallas, las tracas, las bandas de música, todo era grandioso para mí. Recuerdo la casa de comidas donde me llevó a comer, las bromas que le gastaban unas falleras a mi abuelo metiéndose conmigo en plan cariñoso, aquella falla con un precioso tren que yo me quería llevar a mi casa, en fin, esa serie de recuerdos que no se olvidan jamás.

Pero sería por el lejano año 1969, cuando aparezco a tocar con la Banda de mi pueblo, la Unión Musical Alcublana, a la Falla Pelayo Matemático Marzal. Ya los preparativos en el pueblo eran dignos de ir metiéndolos en la mochila. Cuando a partir de s. Antón, el maestro comenzaba los ensayos de pasodobles para las fallas, incorporando siempre alguno como novedad, y de esa manera ir cambiando y actualizando un poco el repertorio.

Debo de reconocer que en aquellos años, el viaje y contrato de las fallas era lo máximo para la banda, así que había que prepararlo de la mejor manera posible. Solían comenzar los ensayos con los consejos del maestro, dedicados a los nuevos músicos, seguidos de los que nos daban los músicos mayores—Hay que estudiarse los papeles, aquel que no los toque no vendrá a fallas- Si no os comportáis bien, llamaremos a vuestros padres y que vengan a por vosotros- El que no acuda a los ensayos, que se olvide de venir a fallas—Lo mismo da ir veinticinco, que treinta.

Y así una noche tras otra, repasando Valencia, El Fallero, El Himno de la falla, Evocación, Bailén, Blancos Blancos, Banderas Moradas, Los Tenientes, Rodríguez Miguel, Sones de Triunfo, Marcha de los Gladiadores y otros( recuerdo casi todos), por supuesto siempre con un montón de anécdotas dignas de rescatar y guardar. Qué noches tan grandes, pasadas en el local de los bajos del Ayuntamiento en la calle Unión Musical (callejón de la música para los conocidos) qué buen ambiente reinaba.

Llegaban las vísperas y aquello iba cogiendo forma, supongo que a base del esfuerzo realizado, aquello sonaba y bien. Nos hacían el reparto de cañas, zapatillas, muelles, utensilios de limpieza para intentar sacarles algo de brillo a los instrumentos y ya casi estábamos preparados para la aventura fallera.

Aparte de lo musical, en lo personal también había que ir preocupándose, por ejemplo en el aseado, así que era obligatorio el paso por la peluquería, tener el traje en perfectas condiciones y llevar algo de ropa y menaje para el aseo personal.

Y con todos los preparativos dispuestos, ya teníamos, al medio día del dieciséis de Marzo la chelvana preparada para ir cargando todo lo necesario para realizar el viaje hasta la ciudad. El momento de la carga del autobús, era para haberlo grabado, los jóvenes de la banda subidos en la vaca, esperando los bultos de los colchones para ordenarlos y atarlos muy fijamente, así como las cajas de los instrumentos más grandes. Todo tenía que estar bajo control, no se podía perder nada por el trayecto, aquello era una misión bien planificada y realizada. No faltaba ni el vino, ni algún saco con algo de comida para los almuerzos a realizar juntos y en armonía.

La llegada a Valencia era todo un espectáculo, digno de una película de las de Paco Martínez Soria, las calles Guillem de Castro y Játiva eran un hervidero de gentes, se juntaba con la hora de la salida de los toros. Y allí hacía su aparición el autobús con todo su cargamento de material y músicos, dispuestos a pasar unas fallas inolvidables. Para realizar la descarga, se aparcaba a la entrada de la calle de Pelayo, para desde allí ir llevando todo a la planta baja, ocupada por una agencia de transportes, que la falla nos cedía para dormir y pasar esos días. Allí que nos tienes a todos cargando con los colchones al hombro, bolsas en las manos, otro viaje con las garrafas del buen vino blanco del pueblo (que tanto se estimaban los falleros), en fin, aquello parecía una llegada a la tierra prometida.

Una vez instalados en el hotelito, los músicos mayores que se hacían cargo de nosotros, nos llevaban a dar una vuelta de cortesía para visitar a algún amigo de los que tenían algún establecimiento por el centro. Después venía la primera cena de hermandad en nuestra sede, una vuelta por las casas de futbolines y máquinas que había por la calle y pronto a dormir, pues a la mañana siguiente comenzaban los actos falleros.

Ya preparados en la puerta para salir a la diana, nos llega la primera novatada graciosa, nos hacen comenzar a los nuevos, solos, para ver como iba la cosa, dando con aprobado alto la prueba, por supuesto con la célebre “Alegría Mañanera”. Yo veía aquella calle muy larga, era comenzar al principio y llegar hasta el final, casi en la plaza de España, luego ya de mayor te das cuenta que no es tan larga como nos parecía a nosotros aquel día. Acaba la diana y ya vienen los preparativos para el primer almuerzo, al que van acudiendo los falleros y algún amigo para probar el vino y las delicias del pueblo, en forma de longaniza seca y derivados.

Mientras los mayores se quedaban de tertulia, nosotros íbamos a realizar la visita a las llamativas máquinas de discos, donde metías una moneda y escuchabas la canción que deseabas (era la novedad), de allí al pasacalle de rigor, para ya al medio día, tener tiempo para ir en busca de la comida, que solíamos realizar en “Comidas Esma”, en la calle Zurradores frente a la posada de las Coronas. Por la tarde a recoger el premio o realizar otro acto de la falla. Por la noche o bien nos quedábamos a escuchar la orquesta (que teníamos en la misma puerta del hotel), o si venía algún amigo, nos dejaban ir a dar una vuelta por el centro de la ciudad, eso sí, siempre acompañados por alguien de confianza.

Pero el acto en el que más disfrutábamos era en la ofrenda, esa pasada por la majestuosa calle de la Paz, con el director al frente de la banda en plan figura, e interpretando la marcha “Bailén”, era para quitarse la gorra (entonces se llevaba), así como cuando se llegaba a la plaza de la Virgen a los sones de la popular marcha “Valencia”.

El día de s. José, aparte de la diana, misa y el pasacalle de rigor, la banda tenía por costumbre y cortesía, el ir a tocar unos pasodobles a las casas de D. José Albalat y Víctor Albalat. Y ya por la noche después de la cremá, otra vez a cargar y vuelta a nuestro querido pueblo, llegando siempre a altas horas de la madrugada, dando por finalizada nuestra estancia y actuación en las fallas, y ya pensando en volver al año siguiente.

Dedicado con cariño, a todos los músicos, mayores y jóvenes sin excepción, de la Unión Musical Alcublana, con los que compartí aquellas mis primeras fallas en Valencia, dándoles las gracias, por todo lo bien que se portaron conmigo, así como por lo que aprendí junto a ellos, como persona, y como músico."